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miércoles, 27 de mayo de 2009

COLUMNA

La columna es el género periodístico de opinión en el que más claramente se manifiesta el Yo del que escribe por varias razones: por su asiduidad en su cita con los lectores, por sus raíces históricas y literarias y por las funciones que cumple en sus dos formas conocidas, el análisis y la revelación.

En todo caso, la columna periodística es el continente de muchos y variados egos cuya misión es tan agotadora como el querer ser joven eternamente: informar, orientar, entretener, deleitar, convencer, persuadir y estar en posesión de la verdad.

El columnista no es un embustero por definición. Pero sí le han hecho creer que es inmarchitable, que su opinión es la mejor de todas las opiniones. Jóvenes sin edad, escritores del Yo, malabaristas con las ideas y las palabras. Ayer y hoy. Para mañana, tan sólo algunos avisos destinados a los futuros columnistas porque deben preparar su ego y cultivar la excelencia. Es un trabajo difícil pero de indiscutible utilidad social. De todo ello trata este artículo.





EJEMPLO:
Goya-Manta
Fue muy bonito, en la ceremonia de entrega de los Goya, ver como defendían su parcelita -parcelaza más bien- de negocio esos chicos humildes que apenas tienen para comer ni vestirse, y nos pedían a todos, encarecidamente, que no comprásemos ningún cedé ni deuvedé en el llamado top-manta. Era conmovedor ver como la humilde Penélope Cruz, con su trajecito de alta costura de Channel -calculen unos diez millones de las antiguas pesetas- nos pedía a los riquísimos ciudadanos medios de este país que ni se nos ocurra comprarle un dvd al senegalés de turno que ha llegado hasta España en una patera, le explota una mafia y su único medio de subsistencia, excluyendo el robo directo, es comprarle cds y dvds a un gusano y vendérselo a unos señores, los ciudadanos de a pie que no pueden permitirse el lujo de pagar la entrada de un estreno y mucho menos de comprarse un dvd nuevo (a todos los que compran en el top manta les gustaría adquirir, sin duda alguna, los productos originales, pero en la mayoría de los casos la opción es adquirirlos en el top manta o no adquirirlos en ningún sitio).

El supuesto daño que hace a la industria del cine o de la música la venta de productos piratas (que por otra parte recordemos llevan en su soporte un canon para la SGAE) es, como mínimo, relativo. Porque no se vulneran los derechos de los pobres, los principiantes, los productores y cineastas independientes (nunca he visto a los Sunday Drivers, por ejemplo, ni a ningún cineasta independiente, en el top manta), sino -en teoría- de los privilegiados. De aquellos, como mi admirado y querido Javier Bardem, que tienen bares y casas en Brasil, visten con ropa de marca y pueden permitirse cualquier capricho, absolutamente cualquier capricho, que se les ocurra.

A todos ellos, Javier Bardem, Penélope Cruz, Belén Rueda y demás, en teoría les parece muy bien que la cultura sea un bien al alcance de hasta el más humilde de los ciudadanos (habría que pagar a la gente por leer, en lugar de cobrarla). Y les parece muy bien hasta que son ellos los que empiezan a ganar millones, porque sólo el pobre es capaz de verdadera generosidad (Bardem, Cruz, Rueda, cuando empezaban) porque comprende lo que es pasar escasez y necesidad ya que las sufre en sus propias carnes. Cuando el pobre se convierte en rico olvida el concepto carencia, el concepto necesidad, y ya no puede permitirse pensar que es mejor que un pobre empleado que gana menos de seiscientos euros al mes (los funcionarios de menor categoría de los ministerios, sin ir más lejos) pueda ver una película "falsificada", que quedarse sin verla.

Es obvio que seguían instrucciones, que luchaban por lo suyo y aprovechaban la plataforma de los Goya para luchar por su "queso" (como contaba el libro de moda de hace un par de años). Pero a mi modesto entender el efecto fue exactamente el contrario: he escuchado infinidad de comentarios llenos de rabia e indignación, de personas con medios limitados cuya única opción para acceder a la cultura de actualidad es el "manta". Me temo que a alguien que lleva un traje de diez millones de pesetas le falta autoridad moral para decirle a alguien que gana menos de cien mil al mes como debe gastar su cortísimo dinero.

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